Con motivo del partido entre el Ajax de Ámsterdam y el Maccabi de Tel Aviv, se produjeron enfrentamientos callejeros en la capital holandesa, que los medios de comunicación y los políticos israelíes se apresuraron a calificar de pogromo, un ataque desde arriba contra los seguidores visitantes. Otros señalan que anteriormente fueron los visitantes israelíes quienes cometieron actos de violencia contra los habitantes de Ámsterdam.
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El partido de fútbol de la Europa League del pasado jueves se saldó con una contundente victoria del Ajax de Ámsterdam, que se impuso por 5-0 al Maccabi de Tel Aviv, pero no fueron los acontecimientos sobre el terreno de juego los que atrajeron la mayor atención. Mucho más (in)famosos fueron los enfrentamientos no deportivos que tuvieron lugar fuera del estadio.
La noche siguiente a la derrota del Maccabi, los seguidores del club israelí que regresaban del Johan Cruijff Arena se convirtieron en blanco de ataques en varios puntos de la ciudad. Un total de 20-30 personas, en su mayoría israelíes, resultaron heridas; cinco fueron trasladadas al hospital. La policía detuvo a unas 60 personas. Sin embargo, los primeros incidentes se produjeron incluso antes del partido, y generalmente fueron iniciados por visitantes.
"Que ganen las FDI, j*** a los árabes"
Conocidos por su racismo y sus opiniones de extrema derecha, los ultras del Maccabi de Tel Aviv no estuvieron ociosos en los días previos al encuentro, demostrando sus creencias políticas, especialmente su actitud hacia Palestina. En las calles de la capital holandesa se podía oír a multitudes de seguidores corear lemas como "que gane el IDF, j***ć árabes" o "muerte a los árabes". Tampoco faltaron gritos alabando la destrucción de escuelas y la matanza de niños en Gaza. De vuelta al estadio, los seguidores del Maccabi interrumpieron un minuto de silencio dedicado a las víctimas de las inundaciones de Valencia, presumiblemente en vista de la actitud crítica del gobierno español hacia la ocupación de Palestina.
Las palabras y los silbidos no acabaron ahí. Los israelíes arrancaron banderas palestinas, expuestas en algunas casas del centro de Ámsterdam, y al menos una fue quemada públicamente. Además, hinchas del Maccabi agredieron a un taxista local, al ver que era de origen árabe. Los hooligans israelíes también abordaron a otros holandeses, especialmente a los que expresaban simpatía por Palestina, e incluso intentaron irrumpir en edificios de cuyos ocupantes sospechaban que hacían lo mismo. A ello se sumó el vandalismo en espacios públicos, el lanzamiento de piedras y numerosas amenazas, incluso mortales.
La respuesta de los servicios holandeses al comportamiento agresivo de los visitantes fue muy conservadora. No se intentó ninguna detención, tal vez por miedo a provocar a los hinchas e intensificar la violencia. En una grabación se oye incluso a israelíes comentar burlonamente la presencia policial en las inmediaciones, afirmando que no tenían nada que temer de los agentes. Estos últimos se han mostrado más firmes con los participantes en las protestas propalestinas, aunque sólo fuera impidiendo con éxito que llegaran al estadio el jueves por la noche. Sin embargo, no impidieron una explosión de violencia tras el partido, cuando los partidarios del trato violento a los visitantes entraron en acción.
"Noche de cristales" en las calles de Ámsterdam?
Las imágenes de la noche del 8 de noviembre dieron la vuelta al mundo, mostrando ataques de grupos de jóvenes a seguidores del Maccabi. Los perpetradores coordinaron sus acciones utilizando mensajeros como WhatsApp, Telegram y Snapchat, animándose unos a otros a cazar israelíes o judíos. Utilizaban motocicletas y taxis para acercarse a las víctimas, golpearlas y huir rápidamente del lugar del crimen.
En algunos lugares, se produjeron peleas en las que los seguidores del Maccabi se agarraron a palos y piedras tanto con fines defensivos como ofensivos. A su vez, algunos de los agresores holandeses llevaban cuchillos u otras herramientas peligrosas, que utilizaron contra personas que vestían los colores del club israelí, pero no sólo: se preguntó a transeúntes al azar por su nacionalidad y se les exigió que mostraran sus pasaportes. A los propietarios de documentos falsos les escupían, golpeaban o arrojaban a las alcantarillas.
Es probable que los musulmanes y los hombres de ascendencia árabe residentes en Ámsterdam fueran los responsables de la gran mayoría de los ataques, lo que confiere a los enfrentamientos una dimensión más étnico-religiosa que de hinchas. En las redes sociales circularon rumores sobre la presencia de antiguos soldados o agentes del Mossad entre los hinchas del Maccabi, lo que aumentó la agresividad. No se registraron incidentes contra judíos holandeses ni actos de vandalismo en sinagogas locales, pero muchos de los agresores no ocultaron sus motivaciones antisemitas profiriendo gritos de odio.
Los políticos holandeses y europeos condenaron unánimemente la "caza de judíos" que tuvo lugar en las calles de Ámsterdam. Los medios de comunicación fueron aún más lejos y hablaron de "pogromo", mientras que Benjamin Netanyahu comparó los hechos con la Kristallnacht, la represión nazi contra los judíos en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Algunos comparan los sucesos de Ámsterdam con el Holocausto y recuerdan la figura de Ana Frank, mientras que otros señalan que la autora de los famosos diarios no atacó a los taxistas de Ámsterdam ni expresó en voz alta su apoyo a la población.
Silenciar las protestas es un camino hacia una mayor escalada de violencia
No hay lugar para los matices en la cobertura israelí, con los seguidores del Maccabi tratados casi como mártires, negándose a reconocer cualquier culpabilidad por parte de los ultras que vandalizaron la capital holandesa antes del partido. Sensibles al antisemitismo, los gobiernos europeos no rebaten la narrativa de las autoridades israelíes y, en Francia, por ejemplo, se prohibieron preventivamente las manifestaciones y el transporte de banderas palestinas al Estadio de Francia en relación con el próximo partido entre los tricolores y la selección israelí. La policía de París ha sido puesta en alerta máxima y las autoridades prometen no permitir que se repitan los disturbios de Ámsterdam. Sin embargo, todo esto podría haberse evitado de otra forma mucho más sencilla.
Hace dos años, los clubes rusos y la selección nacional fueron excluidos de las competiciones europeas. Es difícil imaginar una situación en la que los aficionados del Spartak de Moscú acudieran a un partido contra el Legia y corearan consignas antiucranianas en las calles de Varsovia. Sería aún más absurdo prohibir las protestas proucranianas tras las agresiones a los aficionados visitantes por parte de ucranianos residentes en Polonia. Sin embargo, una situación análoga se da en el caso de Israel y Palestina.
En lugar de considerar la retirada de un Estado responsable de atrocidades masivas de las competiciones deportivas, los Estados occidentales criminalizan la defensa de Palestina: en Ámsterdam se prohibieron las manifestaciones antes y después del partido de foul. Tales medidas, que restringen las libertades democráticas y civiles, en lugar de prevenir el desarrollo del antisemitismo, sólo alimentan la violencia canalizando la indignación hacia actos más agresivos de disidencia. Los disturbios de Ámsterdam no serán los últimos si Europa sigue ciega ante la violencia de un bando.
Mientras tanto, el Primer Ministro Dick Schoof ha anunciado que los autores de los ataques serán castigados con todo el rigor de la ley. Con mucha razón, pero la justicia no llegará a todos. De hecho, el Gobierno nacionalista de los Países Bajos ha mostrado una sorprendente moderación a la hora de defender a sus propios ciudadanos frente a los vándalos visitantes que han conseguido regresar a su patria y no responderán ante los tribunales por sus delitos. Por el contrario, el fracaso a la hora de llevar ante la justicia a los hinchas del Maccabi que sembraron el caos en Ámsterdam es una buena alegoría de lo impune que sigue siendo Israel en la escena internacional.