En el nuevo Bundestag, los radicales (prorrusos) de ambos flancos serán mucho más fuertes, pero es poco probable que entren en el gobierno. Se formará una nueva coalición de la CDU/CSU con el SPD o los Verdes, y es probable que Friedrich Merz se convierta en canciller.
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Alemania aún no había tenido tiempo de recuperarse del shock de la victoria de Donald Trump cuando se produjo otra sacudida: el Gobierno de Olaf Scholz se derrumbó. Compuesta por los socialdemócratas (SPD), los liberales (FDP) y los Verdes, la llamada coalición farola puso fin a su vida tras tres años de fricciones. Nadie llorará por ella en Alemania: según una encuesta realizada en septiembre por el centro Allensbach, sólo el 3% de los ciudadanos valoraba positivamente la labor del Gobierno.
Los socios de la coalición peleaban por todo: política migratoria, política exterior, energía, bienestar, el presupuesto. Sobre todo, hubo chispas entre los Verdes de izquierdas y el proempresarial FDP. El ministro de Finanzas, Christian Lindner, procedente de este último partido, insistió en una política financiera restrictiva y bloqueó los empréstitos para ayudar a Ucrania. Esta disputa determinó la ruptura de la coalición.
La economía alemana se encuentra en una situación terrible. Se ve perjudicada por el retraso tecnológico, la competencia de China y los elevados costes energéticos tras el corte del suministro de gas ruso. Los socios de la coalición diferían en su valoración de cómo salvarla, mientras la clase media alemana se empobrecía. Los partidos marginales -la nueva Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) de extrema izquierda y la derechista Alternativa para Alemania (AfD)- se beneficiaron del creciente descontento público.
Es probable que se celebren nuevas elecciones en marzo, hasta entonces el canciller Scholz dirigirá un débil gobierno en minoría. En la última encuesta del Politbarómetro, los democristianos (CDU/CSU) lideran con un 33%, seguidos por la AfD (18%) y el SPD (16%) en tercer lugar. Si las elecciones se celebraran hoy, también entrarían en el Bundestag los Verdes (12%) y el BSW (6%). Fuera quedarían La Izquierda (4%) y el FDP (3%).
En el nuevo Bundestag, los radicales (prorrusos) de ambos flancos serán, por tanto, mucho más fuertes, pero es poco probable que entren en el gobierno. Se formará una nueva coalición de la CDU/CSU con el SPD o los Verdes, y es probable que Friedrich Merz se convierta en canciller. En el primer caso, las mayores fricciones serán sobre la política hacia Ucrania, en el segundo sobre la política migratoria (especialmente el partido hermano bávaro de la CDU, la CSU, tiene opiniones muy conservadoras sobre este tema). Sin embargo, una coalición bipartidista será más fácil de dirigir, sobre todo porque la fuerte CDU tendrá una posición destacada en ella.
El nuevo programa de la CDU/CSU anunciado en septiembre es fuertemente conservador. Sus leitmotiv son los conceptos de libertad y seguridad. Los democristianos prometen reforzar la Bundeswehr, aumentar la ayuda a Ucrania e intensificar la cooperación con Francia y Polonia. Quieren salvar la economía recortando impuestos y suprimiendo la prestación cívica básica (Bürgergeld), introducida por la coalición de la farola. Y endurecer la política migratoria y de integración.
Sin embargo, es difícil evaluar cuáles de estas ideas pasarán realmente a la fase de aplicación una vez ganadas las elecciones. - Aún es demasiado pronto para ello y depende de quién forme coalición con los democristianos", valora el Dr. Karol Janoś, del Western Institute. - Sin duda podemos esperar un apoyo continuado a Ucrania y una inversión significativa en la Bundeswehr. Y también un fortalecimiento de los lazos con EE.UU. y la OTAN, aunque aquí mucho depende de la política exterior de Donald Trump.
Para Polonia, el gobierno democristiano es una buena noticia, especialmente en una variante con los Verdes, ya que el partido - a diferencia del SPD - no tiene sentimientos hacia Rusia. Peores noticias para la izquierda más amplia. La dramática desintegración de la coalición alemana con dos partidos de izquierda en su alineación, mientras que la AfD se ha fortalecido, es una prueba más del fracaso de la agenda progresista occidental para responder de manera convincente a la ola marrón que inunda Europa.
